miércoles, 8 de octubre de 2014

ALBERTO.


   ALBERTO.

   No pudo más, se sentó en un banco del paseo para controlar sus emociones, no le importaba el hecho de que pudieran verle alterado..; unas lágrimas recorrían sus mejillas buscando la salida a tanta angustia interna, una estampa repetida en numerosos ocasiones a lo largo de algunos años, no podía, no encontraba el momento, no reunía los datos y la fuerza necesaria para , de una vez, erosionar tanta piedra acumulada, tanto desamor vivido, tanta injusticia y porqué no, tantos miedos que cada día retomaban su escenario para apoderarse de él y de sus noches sin amor, sin sexo, sin caricias, una piel que pedía a gritos ser tratada, amada, acariciada, besada y filtrada, licuada con otra piel. Él sabía de su capacidad para amar, para la entrega, disposición sin reservas, para la complicidad más descarada y feroz, donde conjugar dos palabras era el verbo más fácil y más soñado; sabía que amar sólo se puede hacer con mayúsculas y cuando un "te quiero" existe, es por que realmente es así, aceptando todo lo demás, mirando  a los ojos y utilizando los recesos que la noche nos brinda para amar una y otra vez y despertar al día siguiente empapado de la persona que sigue a tu lado que, una vez existiendo no dejas que se escape.

  Alberto seguía en su banco y con la mirada perdida dibujaba en su interior todas sus carencias, intentando buscar el sentido a una existencia y al mismo tiempo desear encontrar el volcán que le haga resucitar para vivir a pleno rendimiento, donde una mano se aferre a la suya y caminen creyendo en el destino que siempre se disfraza.

  Lon González.

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