lunes, 22 de octubre de 2012

Notas sobre una partitura.

  Voy a narrar una historia un tanto fantástica, pero, como todas las historias fantásticas, sumamente real.

   Si el lector olvida mis imperfecciones técnicas, no soy un musicólogo y ni siquiera poseo el mínimo conocimiento de Solfeo ( bueno, un pelín sí.), va a poder darse cuenta que lo que parece absurdo, no lo es tanto.
   Y, si no es tan absurdo como parece, la enseñanza es evidente.
    Estamos en la habitación de un joven de dieciocho años, acompañado por seis amigos más.
    El desorden es increíble, la cama está levantada, sin hacer, las sábanas tiradas en el suelo, algunos libros, muy pocos, colocados al revés en las librerías, los armarios abiertos y muchas y muchas botellas de cerveza, con capacidad de un litro, las chapas ya se han perdido y las alfombras han recibo buena parte de la cerveza consumida.
    Todos están inmóviles, no se mueven, pendientes de un disco, que desgrana una serie de notas musicales, todas iguales, primero muy lentas, después rápidas, primero muy bajitas, después atontecerían a toda persona que las escuchase, sin hacer movimiento alguno y, aparentemente, tan sólo pendientes del significado de esas notas musicales.
   La postura de todos los amigos revela al observador que llevan horas y horas de esta forma, los discos, desde luego, fuera de sus fundas, se cuentan por decenas, unos se deben haber puesto ya, otros se van a poner, pero los que ya se hayan puesto, seguro que se repetirán....

continuará.....
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario