viernes, 25 de diciembre de 2015

    
Un viaje para recordar, para amar.

      El ritmo  de vida de Nicolás era difícilmente superable, su felicidad estaba básicamente en un pañuelo y aunque tenía un nivel económico muy desahogado, no lo utilizaba de forma sustancial para encontrar infinidad de momento de felicidad.
      Tenía muchos conocidos y pocos amigos, los suficientes para saberse querido y notar su calor cuando a pesar de la distancia siempre estaban, en lo malo y en lo bueno. Como también suele decirse, era un hombre muy viajado, excepto algunos países del cono sur, el mundo formaba parte del book de su vida y conocer a muchas personas y de distintas sociedades contribuyó a hacerle una persona que sabía estar en cada situación y nunca sentirse por encima de nadie.
      Nicolás aprendió que siempre hay que dar y nunca esperar nada, aprendió a sentarse al lado de quien sufría, sin pronunciar una palabra y tal vez, sólo tal vez, coger su mano para transmitir toda la empatía posible. Aprendió también a decir las palabras necesarias en un nivel comprensible y usar el abrigo más adecuado del lenguaje humano.
      Conoció el amor quizás más tarde que otros amigos de su edad y pronto supo su significado y de cómo su fuerza penetró en su interior y la mutación que ello produce en las personas, porque desde ése momento todo es posible y cada paso, cada iniciativa se hace más fácil y nunca se plantea una cuestión insalvable, todo se traduce en un principio pero nunca en un final; líneas que se escriben diariamente sobre un papel protegido por dos palabras maravillosas.
     La vida de Nicolás tuvo grandes momentos y , como millones de personas, momentos complicados, pero quizás el más dramático para él fue la muerte de su primer amor, con ello, el mundo se vino abajo y todos los proyectos diseñados en muchos atardeceres. Una muerte galopante y despiadada que sesgo la sonrisa y la juventud.
     Después de aquella etapa Nicolás cruzó el charco en busca de olvido y de una nueva vida, lejos de todos y de todo.  Era un hombre con capacidad para aprender de todo y de su facilidad para los idiomas, esto le abrió más de una puerta y pronto pudo poner en practica sus conocimientos en leyes que le permitieron obtener unos ingresos medianos al principio y debido a su progresión, pudo un día adquirir un apartamento e ir ganando una posición profesional que le abriría otras puertas.
     Transcurrieron unos años y conoció a una mujer Australiana, Deborah.
     Al cabo de unos años se casaron y tuvieron dos hijos, la felicidad volvía a llamar a su puerta y entre ambos construyeron un imperio económico asesorando a políticos y aprendices de ello; se introdujeron en el mundo de las campañas y llegó un momento en el que sus servicios se requerían con más frecuencia. Un mundo económico resuelto y un edificio construido.
     Pero que ocurrió..? Se habían olvidado de cuestiones esenciales como las palabras diarias, los momentos diarios y las sorpresas de pequeño contenido que tanto significado tuvieron al principio; pasear, subir a la montaña, nadar juntos o simplemente un te quiero al despertar .
     Todo se alejaba...
     Nicolás metió en su bolsillo un billete de regreso a su País, tomó por fin la decisión que tenía oxidada en el cerebro, ya no había argumentos ni motivación para continuar...
     Al aterrizar respiró profundamente a inundó sus pulmones, lo hizo con tal fuerza que recordó cuando llego a amar una vez y cuánto deseaba hacerlo nuevamente de la misma forma.
    
recordó que sabía sonreír y que así comenzó todo.....

Lon González.

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