jueves, 4 de abril de 2013

TULIA.




  Las cosas de Manuela podían catalogarse como " poco comunes, singulares y quizás extraordinarias", aunque ella nunca se atrevió a calificarlas como tales, era sencillamente natural en sus comportamientos , honesta y con un gran conocimiento de la coherencia en primera persona.

  Entre sus buenas ideas hubo una que le hizo merecedora de la admiración del pequeño pueblo en el que vivía. Como muchas mañanas se dedicaba a realizar una labor social en el centro hospitalario, donde compartía sueños e historias con los pequeños afectados por ésa terrible enfermedad que es la leucemia; daba minutos de alegría y de esperanzas para activar los sueños de los luchadores por la vida y cuyo premio era una sonrisa, alguna lágrima y muchos abrazos.Toda una recompensa.

  Como en todas las historias y esta lo es, entre tanto calendario recortado a la vida, había un ser muy especial; Tulia, una niña de ocho años que, además de padecer la enfermedad, era invidente por lo que el primer encuentro con ella produjo en Manuela una sensibilidad especial. La primera acción de Tulia, fue recorrer con sus pequeñas manos el rosto de Manuela y mucho más sorprendente sus primeras palabras.." sé que me vas a querer mucho".

  Manuela no pudo evitar el recorrido de unas lágrimas y una sonrisa controladora para escapar a la percepción de Tulia.

  Desde ese instante la relación entre Tulia y Manuela se hizo sólida y necesaria, vital, donde ninguna podía dejar pasar un sólo día de contacto; Manuela para volcar magnificas historias llenas de color y vida, Tulia, para seguir dibujando sobre su piel el rostro de su enfermera preferida.

  A manuela le rondaba la idea de tomar una gran decisión en su vida, sabía la soledad de Tulia; sin padres, sin familia, olvidada en corta existencia, vida que tenía media fecha de finalización y que cada minuto había que invertirlo en sueños proyectados a través de sus oídos y sus manos.

  La adopción se concedió dos días antes de su fallecimiento; hoy Manuela, sabe que fue la mejor madre y el mejor padre, hoy, Manuela, sigue visitando a sus pequeños infantes y vive, vive con manos en su rostro y sonrisas archivadas.

Lon González.

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